
lunes, 16 de marzo de 2009
encuentro enano

Solo sé que cuando apareció, con sus minúsculas e inconfundibles manos regordetas y su cara de cincuentona y sus movimientos entrecortados, quise llorar. Pero yo no hago esas cosas.
Así que, me detuve a contemplarla, dejándola –por propio indulto o cortesía- que me adelantara y cruzara hasta el otro lado del semáforo, pasara por el hotel, entrecaminara entre personas a quienes no lograba alcanzar el cinturón, y entre quienes, a más minúscula menos desapercibida se hacía pasar.
Me quedé del otro lado, cambió a rojo, pasaron carros, niños, gente que hablaba muy alto, y yo continué ahí, de pie…de piedra …como si la acechase. Acechándola.
Entonces viajé todos esos años atrás, cuando de 11 años rodaba en mi bicicleta por todas las esquinas de mi pueblo, Macorís, y en donde, frente a la zapatería que hace esquina con la tienda La Roca, choqué a una enana.
Su mirada, mi cuerpo que temblaba de susto y una culpabilidad tan intensa, como no la llegué a sentir jamás me sobrecogieron, paralizándome. Y hoy, muchos años y kilómetros después, la he vuelto a ver.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Ay que lindo. Se me hace un nudo en la garganta. Todavía recuerdo tu cara cuando llegaste a casa impresionada porque habías chocado a una enana... y tu descripción de su caída. Que bueno que tuviste el chance de "volverla a encontrar" y reparar el dano.
ResponderEliminar