domingo, 13 de septiembre de 2009
Auto-choque cultural: II
Me aterra.
Me aterra volver a habitar entre mares y descubrirme necesitando cosas cuya sola existencia me era ajena hace menos de once días. Vehículos de marcas que apenas pronuncio, teléfonos que más que eso, son artilugios con bonos de autoestima instalados a plazos (a juzgar por la cantidad de sus propietarios).
Me sobrecoge el horror al descubrir que el elegir restaurante, asistir a un cumpleaños de niño, o dar una vuelta por la ciudad se determine según tu jerarquía. Me horroriza porque ya olvidé cuál es la mía o si ni siquiera quepo en alguno de sus empinados peldaños.
Pero más que todo y a pesar de nada, me aterra, porque aún con lo nauseabundo de conversar de lo que no me importa, entre aromas de perfumes que solo olí en revistas y ropas con marcas irrisorias en cualquiera sea el cuerpo capaz de llevarlas sin sentirse culpable.... sospecho que éste volverá a ser mi entorno y, para mi propia consternación, sé que no soy inmune a sus efectos potenciales.
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¡Hola! Primero, felicidades por tu calidad como escritora. Me encantó tu forma de expresar las ideas.
ResponderEliminarSegundo,no pudiste describir mejor ese choque cultural y presión social que se siente al llegar a Rep.Dom. En otras partes del mundo no importa cómo te vistes, qué marcas usas, y demás cosas materiales; vives libre de todas esas ataduras. Sin embargo, una vez que llegas a RD, no puedes evitar sentir y atestiguar la presión social: no hay opciones, todos tienen que usar tal moda, tener tal teléfono, etc. Es como un uniforme, un código no escrito al que todos se tienen que ajustar. Aunque lo nieguen, sabemos que es la tendencia allá. Me da risa porque hay reglas para todo, como qué colores de ropa debes usar y qué no de acuerdo a tu tono de piel, que accesorios ponerte y qué no, y demás infinidad de pequeñeces inexistentes en otras sociedades. Me ha pasado, que llegas con algo que no se usa allá, y se te critica, pero si al mes ya llega esa moda, entonces, ya no eres criticable, jajaja. En fin, no hay mucho espacio para la creatividad. Pero bien, quienes nos hemos librado de ese yugo, no hay que volver a caer. Estemos donde estemos, seamos quienes somos, y démosle a cada cosa su apropiado peso. Finalmente, todo eso es vanidad de vanidades, todo pasajero. Lo único que vale la pena cuidar es nuestra salvación, jejeje, todo lo demás polvo es.
Te mando un abrazo,
Letty Arthur.
Me entiendes ¿no? Pues en pocos meses voy de vuelta. Tenme en tus ruegos.
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