sábado, 8 de marzo de 2008
GBE
Sábado 8. 12 horas. Una docena de chicos de entre 14 y 18 años inundan cada rincón de mi apartamento. Una se da vueltas por el pasillo. Otro, se arrellana en el sofá; dos chicas entre el dintel que divide el balcón de la casa y otro más en el suelo, reclinado sobre la alacena .
Cada quien en su zona predilecta, realizando la misma tarea: leyendo a todo pulmón 2 Timoteo, última carta dentro de la Biblioteca de las bibliotecas.
merecida de un sábado en la mañana: “Perdóneme doña Irene. Ese chaval que ve allí, el del piercing en la lengua, y este otro de pantalones gigantes y aquél sentado de pelo engominado lo que vociferan son palabras de la Biblia."
Tan inverosímil como real. Pues hace menos de una hora, dentro de estas mismas paredes, en donde ahora no se escucha más que el repiqueteo de mis dedos sobre el teclado, he estado con semejante clan, indagando dentro de ésta correspondencia sagrada, la respuesta a una pregunta tan trascendental como tangible, y que ahora, mientras acondiciono la casa a su estado “pre-adolescente” acomete sobre mi pensamiento una y otra vez:
"Aprobar". Difícil tarea. Y aún así, que poco utópica se me hace cuando paso página y descubro El mismo que lo manda, provee los medios para llevarlo a cabo. Así que, manos a la obra o mejor dicho, "obra, Dios, que aquí están mis manos".
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario