BIENVENIDO al RINCON de PENSAR

Recuerdo al “Círculo Infantil”, mi primer colegio/guardería, como un lugar excepcional. Debió de haberlo sido, para que todavía hoy lo recuerde. Un montón de niños uniformados a cuadros y una maestra a la que llamábamos “tía”, nos sentábamos sobre una alfombra en un aula en la que cada esquina suponía un rincón especial.

Uno de ellos, sin ningún otro ornamento más que una diminuta silla de madera y un letrerito encima conformaba nuestro: RINCÓN DE PENSAR.

Allí me sentaron más de una vez, cuando rondaba los 4 años de edad, con el único objetivo de pararme y pensar. Supongo que esos habrán sido mis primeros encuentros con los pensamientos que más tarde me empeñé en transformar en palabras.

Son esas palabras, las del día a día, y las ahorradas durante años, las que pretendo plasmar en este, mi recién adquirido RINCÓN.

¡Seas muy bienvenido!

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viernes, 22 de mayo de 2009

¡Es él...! (publicación)

Casi nunca viene mal que los pensamientos se concreten en ideas y las ideas en palabras y las palabras en "entradas" y que las entradas se publiquen en un periódico Nacional.

Lo que ayer fue pensamiento, hoy lo descubrí en  este artículo de prensa dominicana:

Artículo: "Es él"
Por: Laura Gómez Liz



  
Ayer tarde, cuando salí de mi casa, en Salamanca, fue para encontrar  la plaza “San Benito”, en donde, según alguien le dijo a alguien, que al final me dijo a mi, recitarían poesía.

Andaba de prisa, así que decidí no fiarme de mi sentido de ubicación –o más bien, de la ausencia del mismo. Busqué a alguno al que mis pintas de estudiante le evocara ese sentido paterno, clave para conseguir cualquier tipo de ayuda en ésta ciudad estudiantil , en donde tengo la dicha de residir.

Me acerqué a un policía, quien sonriendo al verme venir, ignoró mi pregunta acerca San Benito y de poesías,  y, como si me conociese de por vida, señaló hacia la librería Portonaris : “¿Sabes quién está ahí? –me dijo-  ¡Apuesto a que es tu presidente!”

Sin dejarlo terminar, me apresuré hasta esa librería, tan mía, y que ahora, al parecer, albergaba a un compatriota, que resultaba ser mi mismísimo presidente. Quedándome por los alrededores, alcancé a ver entre la muchedumbre de hombres con gafas y camisas blancas, a Leonel Fernández, saliendo a  paso peculiar y con menos prisas que el resto de sus acompañantes.

Montó en su carro, le siguieron escoltas, y en poco tiempo esa calle peatonal retomó su flujo ordinario. Volví a mirar al policía y me pregunté de nuevo, cómo, a pesar de las múltiples nacionalidades , colores, gente y acentos que colman ésta ciudad, pudo descifrar al punto, mi origen.

Resultó que él no fue el único, pues al llamar a mi conciudadano y amigo Gerson, estudiante de educación, y uno de los 209 becarios que escuchó el discurso de Leonel esa mañana, me enteré de que también el presidente Fernández  identificó, entre toda la audiencia, a los que compartían su pedazo de isla.

Sonreí de puro orgullo y caminando más erguida, di a parar con la plaza San Benito. Me senté allí, todavía sonriente, sintiéndome más dominicana que nunca, y se me antojó que  lo que en esos instantes sentía, también se adjetivaba poesía.




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