BIENVENIDO al RINCON de PENSAR

Recuerdo al “Círculo Infantil”, mi primer colegio/guardería, como un lugar excepcional. Debió de haberlo sido, para que todavía hoy lo recuerde. Un montón de niños uniformados a cuadros y una maestra a la que llamábamos “tía”, nos sentábamos sobre una alfombra en un aula en la que cada esquina suponía un rincón especial.

Uno de ellos, sin ningún otro ornamento más que una diminuta silla de madera y un letrerito encima conformaba nuestro: RINCÓN DE PENSAR.

Allí me sentaron más de una vez, cuando rondaba los 4 años de edad, con el único objetivo de pararme y pensar. Supongo que esos habrán sido mis primeros encuentros con los pensamientos que más tarde me empeñé en transformar en palabras.

Son esas palabras, las del día a día, y las ahorradas durante años, las que pretendo plasmar en este, mi recién adquirido RINCÓN.

¡Seas muy bienvenido!

¡ACÉRCATE, que cabemos todos!


lunes, 12 de noviembre de 2007

Son cuatro



…los que anoche han dormido en mi casa. Una cena atropellada, dos niños rubios correteando por el salón, unos padres jóvenes y ecuánimes no cesan de hacerme preguntas que intento contestar sin dejar entrever la extraña mezcla entre timidez y entusiasmo que me produce todo este alboroto.


Mi casa llega al punto de efervescencia…y, justo ahí, se les ocurre partir.

Y ahora a mi, con las pisadas de mi vecino haciendo eco entre pared y pared, y sentada, como estoy, en mi rincón, se me ocurre pensar que hay personas que definitivamente te dejan buen sabor a vida; que te implantan, sin proponérselo, una sonrisa, y te soplan, si me permites, un poco más de gusto por ser humano.

Las hay, sigo pensando (y pienso caras y evoco nombres), las destello, fugaces, si, pero suficientemente inspiradoras para recordarlas de por vida. Esas que te dejan con la respiración a mitad, y con la sensación de querer atraparlas.

Las de escaparate de tienda de pueblo, algo monótonas y sin mayor novedad que ser ellas mismas, y sin embargo, siempre, siempre, presentes, justo allí, a la vuelta de la esquina.

Hay incluso aquella que se atreve, sin pedir permiso, a arrebatarte un suspiro y helarte las entrañas con tan solo mirarla; y las que permanecen tan lejos, o tan cerca, que nunca llegas a visualizarlas con un lente objetivo. 

Lo prodigioso, a todo esto, es que, todas y cada una provengan de una misma materia prima. De un trozo, o quizá un puño, de eso que el libro de los Inicios sigue llamando barro y que a nosotros, según el siglo, nos da por cambiar el nombre.


Más prodigioso será, y sin duda es, (sin temor a sonar simplista) el que sopló para crear lo que, sobrepasando nuestro precario dominio de "biomoléculas genéticas", no conseguimos definir, y decidimos en consenso, llamar VIDA.









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