El púlpito de madera. El niño que deja caer un juguete. Un susurro retumba la estancia.
Pero el silencio se ha roto hace ya mucho tiempo.
Una canción. Palabras. Otra canción, que si hay suerte, se entona en pie. Palabras acompañadas de continuas miradas a un reloj de pared que parece implacable. Que no se exceda un minuto…no se hace esperar al Javi.
Me siento en el banco, mi cabeza, de espalda, con el mismo contorno que ya se han aprendido y cuyo peinado (o la ausencia de éste) se saben tan bien. Leo las mismas palabras. "Reconciliaos con Dios". Sonrío. Tantas veces las he leído…las leo, hasta cuando no quiero hacerlo. He hecho tanto con cada letra. He inventado juegos de palabras interminables que se suceden una a la otra. Pero sigue ahí. La misma frase, inamovible.
La columna derecha. Una luz tenue. Un montón de sillas, en las que nadie se sienta, y una cabeza distinta que se asoma desde el púlpito. Habla. Lee. Lee lo que habla, o viceversa.
Continúo absorta en pensamientos erráticos... me interrumpe un árbol. Es un sicómoro (¿un qué?). Que ya esa historia me la sé. Pero no sé. Despierto. ¿Es ésto un árbol? El enano, que aquí bautizan con una Z que de tan pronunciada se me antoja graciosa y que me da pena…porque ser enano y llamarse Zaqueo, con esa Z de lengua afuera, debe sentar como un rayo a cualquiera. Pobre rico.
Y sigo arriba. Hay mucho follaje y me creo esconder. Él llama.
Entonces, ya no hay bancos alineados…no hay reloj implacable…no hay niño ni juguete. Estoy sola. Me llama. Como respuesta, deseo lanzarme. No cociné, pero vente a cenar..mi casa está ahí, la dejé de par en par…mi despensa vacía pero tú ya sabes, que si panes ó si peces...que si hay cena es un milagro.
"Es todo por hoy, hasta la próxima vez. No olviden la próxima reunión el día…." me interrumpe de súbito una voz... como si nada hubiese pasado. Como si nadie hubiese llamado.
Un sobresalto. ¡¿Qué? En mi cabeza sigue el árbol, la cena, que si me lanzo…y la llamada.
Doy tumbos, creo saludar... y despierto con el aire que me golpea....en la terraza del Javi el tiempo transcurre lento y a cuentagotas.
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