BIENVENIDO al RINCON de PENSAR

Recuerdo al “Círculo Infantil”, mi primer colegio/guardería, como un lugar excepcional. Debió de haberlo sido, para que todavía hoy lo recuerde. Un montón de niños uniformados a cuadros y una maestra a la que llamábamos “tía”, nos sentábamos sobre una alfombra en un aula en la que cada esquina suponía un rincón especial.

Uno de ellos, sin ningún otro ornamento más que una diminuta silla de madera y un letrerito encima conformaba nuestro: RINCÓN DE PENSAR.

Allí me sentaron más de una vez, cuando rondaba los 4 años de edad, con el único objetivo de pararme y pensar. Supongo que esos habrán sido mis primeros encuentros con los pensamientos que más tarde me empeñé en transformar en palabras.

Son esas palabras, las del día a día, y las ahorradas durante años, las que pretendo plasmar en este, mi recién adquirido RINCÓN.

¡Seas muy bienvenido!

¡ACÉRCATE, que cabemos todos!


jueves, 30 de agosto de 2007

HOY EN EL CINE...


>Se me da bien disimular algunas reacciones… a decir verdad, se me da bien disimular un considerable número de reacciones…ahora bien, tengo que reconocer que entre esas no se encuentra la que se me escapó hoy. 


Te cuento:
Me levanté del ordenador, cogí las llaves, y salí para el cine. Los Pinguinos Surfistas' no es el tipo de película de mis sueños, pero me apetecía sentirme joven (vale, MÁS joven). La chica de la taquilla me mira y con ojos que ya conozco (esos que dicen “pero que despistada esta morenita”) dice: “pero si ya pasó la hora”. Yo, resignada, le digo que me de un ticket para cualquier peli que se presentara en los próximos minutos.

Y ahí estaba, en la sala más pequeña del mundo, levantando mi ceja derecha y torciendo el labio del otro lado, ante una pelicula que tenía todas las pintas de ser algo cursi, rodeada de abuelitos (¡al final sí que me sentí joven!).
 “Hasta que el cura los separe” está a millas de ser una 'buena peli' y sin embargo, desde la primera escena, no pude controlarme. La risa era tan fuerte, que sospecho que mis compañeros abueletes se reían más por efecto contagio que por las gracias del relato.

Salí a la calle, y no se que decía mi cara, pero más de uno me miraba con ojos curiosos. Al menos así lo percibí yo.
Que bien se siente no controlarse...aunque sea de vez en cuando.



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