BIENVENIDO al RINCON de PENSAR

Recuerdo al “Círculo Infantil”, mi primer colegio/guardería, como un lugar excepcional. Debió de haberlo sido, para que todavía hoy lo recuerde. Un montón de niños uniformados a cuadros y una maestra a la que llamábamos “tía”, nos sentábamos sobre una alfombra en un aula en la que cada esquina suponía un rincón especial.

Uno de ellos, sin ningún otro ornamento más que una diminuta silla de madera y un letrerito encima conformaba nuestro: RINCÓN DE PENSAR.

Allí me sentaron más de una vez, cuando rondaba los 4 años de edad, con el único objetivo de pararme y pensar. Supongo que esos habrán sido mis primeros encuentros con los pensamientos que más tarde me empeñé en transformar en palabras.

Son esas palabras, las del día a día, y las ahorradas durante años, las que pretendo plasmar en este, mi recién adquirido RINCÓN.

¡Seas muy bienvenido!

¡ACÉRCATE, que cabemos todos!


sábado, 11 de agosto de 2007

A la espera


Los día en que a toda velocidad bajo las escaleras de mi piso, las ocasiones en que después de un día agotador llego a casa arrastrando los pies; los momentos en que perfumada y con tacones salgo de mi domicilio rumbo a algún lugar importante, ó simplemente en una de mis salidas ordinarias con mochila al hombro, tarareando alguna canción, hay un objeto con el que me cruzo a diario.


Pequeño e incrustado a la pared, junto a muchos de su clase, justo debajo de las escaleras, se encuentra flamante e inconfundible con su rótulo en azul celeste “PISO 3-i”, mi BUZÓN de CARTAS.

Por alguna razón que no logro descifrar -y que desde ya perdono si la consideras descabellada e ilógica- tengo la sensación de que algún día, quizá el menos pensado, me llegará un paquete, una carta, una notificación, un envío, que me trastornará la vida de pies a cabeza.

Es tal la sensación que no importa cómo o cuando me cruce con él (si corriendo a toda velocidad...ó arrastrando los pies...ó con tacones y perfume....) me es materialmente imposible no echarle una ojeada, algún vistazo fugaz que provoque si no un ligero vuelco al corazón, al menos una que otra sonrisa.

Salgo de mi piso y me sonrojo al confesar cuantas esquinas transcurren mientras revolotean en mi cabeza estos pensamientos.

Vale. Tienes razón. Mi comportamiento es de sobra irracional, por no decir en extremo tonto y sin sentido. ¿Qué es sino “tonto”el esperar algo sin base de ninguna índole? ¿Tiene algún sentido la expectativa sin fundamento? ¿No es más que irracional esperar por alguna cosa sin haber habido algún acuerdo de antemano?

¡Oh, pero si hay acuerdo, si existe una promesa, si ha habido un previo aviso! Ahí si que el vuelco de corazón, y la sonrisa, y la expectativa continua, cobran sentido; es más, es la actitud esperada.

Es por esto que, mientras bajamos las escaleras de nuestras casas, mientras nos vestimos o tarareamos alguna canción, mientras comemos o salimos al culto, es más que esperado, es más que coherente, posee absoluto sentido, que el retorno de nuestro Señor Jesucristo, a quien amamos sin haberle visto, y de quien recibimos previo aviso, seguro y sellado, conforme nuestra mayor y más importante expectativa de vida.

Y así vendrá, el día menos pensado.


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“Por eso, queridos hermanos, mientras esperáis estos acontecimientos, esforzaos para que Dios os halle sin mancha y sin defecto, y en paz con él”. 1 Pedro 3:14

...”Si, vengo pronto”. “Amén, ven Señor Jesús”. Apocalipsis 22:20

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